
11 mar 11 de marzo, doce años después
11 de marzo. Doce años después, y parece que fue ayer. Aquella mañana todo cambió. Desde aquel jueves ya nada ha vuelto a ser lo mismo. Imposible olvidar lo inolvidable. Ojalá nunca lo hagamos. Por quienes estaban cerca. Por quienes estaban lejos. Por quienes aquel maldito día cogieron el último tren de sus vidas. Por todos.
Nunca más un 11 de marzo se acompañará de un «buenos días». Ni de un «buenas noches». Los recuerdos asaltan una jornada cualquiera al pasar por Atocha; al tomar un tren de Cercanías en Madrid; cada vez que el calendario anuncia el tercer mes del año. Y nos golpean con la fuerza de la barbarie. De la sinrazón. De la impotencia. De los porqués que se quedan sin respuesta y de las preguntas que se pierden en el infinito. De las vidas que, de repente, se truncan para siempre.
Hace doce años era jueves. Todos recordamos qué hacíamos en aquel momento, qué planes y obligaciones teníamos aquel día, las llamadas con un angustiado «¿dónde estás?»… Aquel interminable jueves nos sentimos más cerca que nunca de las personas que estaban junto a nosotros; y lejos como pocas veces de quienes echábamos de menos a kilómetros de distancia.
Indeleble 11-M
Fue el 11 de marzo de 2004. Un día de horror, incomprensión y lágrimas. Un día de infinito dolor que apagó Madrid y encendió la solidaridad. Porque, aunque el dolor no se agote, la vida sigue. Y debemos quedarnos con las historias y los ejemplos de héroes y heroínas; con las miradas de amor; con los gestos de cariño; con la generosidad sincera.
El 11 de marzo siempre será un día difícil. De recuerdos. Han pasado doce años; doce años ya. Y parece que fue ayer. Es imposible olvidar lo inolvidable. Ojalá nunca lo hagamos. Por vosotros. Por nosotros. Por todos.
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